29 ene 2023

Las Olimpiadas del Sufrimiento


LAS OLIMPIADAS DEL SUFRIMIENTO (Dolmen Editorial, 2022) Guión de Enric Pujadas, Dibujos de Gonzalo Aeneas

El pasado 12 de enero, asistí en Norma Cómics de Barcelona a la presentación del cómic que Enric Pujadas y Gonzalo Aeneas acaban de publicar con Dolmen, y que ganó en su momento el Premi Ciutat de Palma de Cómic. Fue una presentación particular. Debido a un error de comunicación, ni la tienda ni la editorial habían hecho ninguna promoción del evento, por lo que solo asistimos los pocos amigos que conocíamos a los autores y que estábamos avisados del acto por redes sociales. A pesar del incidente, esa presentación de "pequeño formato" fue el entorno ideal donde tener el primer contacto con la obra de primera mano de sus autores.


Conozco a Enric desde hace 25 años, y como todos sabéis es guionista y co-creador de mi cómic Huérfanos. Siempre digo que no tengo ningún sesgo por ello hacia la obra de Enric. Antes bien, no soy fan de la obra de Enric porque hagamos un cómic juntos desde hace 20 años, sino al revés. Además, Enric puede confirmar que solemos coincidir poco en nuestros gustos, y que cuando algo no me gusta en un trabajo suyo soy el primero en decírselo sin tapujos. No por desprecio, sino porque tengo un interés egoísta en que Enric tenga éxito como escritor - ya que eso confirmaría lo que yo sabía de su calidad como autor desde hace décadas.


El tema es que al acercarme a esta obra lo hacía desde el desconcierto. Todas las historias que le he leído a Enric (algunas publicadas como la de los pingüinos o la del cielo de Marte, otras no como la del Rey del Terror) eran marcadamente de género, como corresponde a un friki de estirpe como mi estimado guionista. Cuando Gonzalo y Enric se levantaron con el Ciutat de Palma (¡por segunda vez!) hace dos años, lo hicieron con una propuesta que no había visto venir: un cómic narrando en primera persona la lucha de su dibujante (Gonzalo) con la depresión, con su guionista (Enric) como testigo y narrador. Algo que hizo que me asaltaran inmediatamente dos preguntas: ¿Gonzalo sufre de depresión?, y: ¿qué coño va a saber Enric de este tema?


De la primera: he conocido a Gonzalo a través de Enric y varios amigos en común, ya viviendo yo en Barcelona. Y todo lo que sabía de él era que era un ilustrador de primer orden, que además tocaba en una banda y practicaba artes marciales, lo que básicamente lo convierte en un semidiós. Seguramente eso sea lo que haga esta historia tan relevante para un público general, y en particular para uno que haya conocido de cerca esta enfermedad: Gonzalo no resulta, como personaje, alguien lamentable o digno de compasión, uno de esos antihéroes o personajes antipáticos tan de moda en la ficción. Antes al contrario, se trata de un individuo perfectamente ajustado y funcional, y con capacidades por encima de la media, y con una vida que puedes perfectamente admirar y hasta envidiar - excepto por el pequeño detalle de convivir con sus aflicciones mentales.


Y aquí es donde entra en juego el papel de Enric como personaje secundario y narrador, aportando su testimonio de la vida y milagros de Gonzalo como si se tratara de una disección, con su habitual estilo directo e imperturbable, como es el propio Enric en persona. La historia no pierde tiempo ni se corta de entrar a todos los aspectos de la vida de su protagonista / ilustrador, sin dejar nada en el tintero. Por supuesto que la vida de Gonzalo (y en alguna medida, la del propio Enric) puede resultar de más o menos interés a propios y extraños, pero al no hacer distinciones entre lo personal y lo general, este resulta uno de los relatos más crudos que he tenido ocasión de leer en un largo tiempo.


Y aquí es donde he de hacer un inciso para hablar de Enric como narrador. Leyendo esta obra, no pude evitar recordar que en su dedicatoria en el primer volumen recopilatorio de Huérfanos, Enric dice textualmente que “no puedo dedicar esta historia a mi mujer y a mi hija. Está llena de violencia, adicciones, mal rollo, violaciones y gente que está muy mal de lo suyo.” Tras terminar de leer estas Olimpiadas, estoy enormemente agradecido de no haber tenido ocasión de aparecer, no ya en las dedicatorias, sino en el propio cómic como personaje, algo que algunos otros conocidos de sus autores no pueden decir, en algunos casos a su pesar. Durante la presentación pregunté a Enric si todas las personas (reales) que aparecen en este cómic lo saben. Su respuesta no pudo ser más lacónica: “Ahora sí.”


Y es que mi primer pensamiento después de leer el cómic fue si su título no habría sido mejor “Tierra Quemada”, porque esa es la actitud con la que el relato se dedica a desmenuzar, sin hacer prisioneros, cada una de las épocas vividas por sus autores / protagonistas, y sobre todo de sus relaciones a lo largo de esas épocas. Familiares, parejas, amistades, profesores, compañeros de clase o trabajo, y algún espectador inocente, salen salpicados de sangre (y otros fluidos) durante las andanzas de estos personajes a través de los años, las complicadas relaciones personales, y al fondo de todo, el espectro de la depresión con la que Gonzalo ha batallado todos estos años.


Y es que esto es algo más que hay que advertir y de lo que me enteré durante la presentación: no solo todos los hechos narrados son rigurosamente reales - aunque en ocasiones representados con cierta teatralidad o cachondeo, muy agradecidos dada la gravedad de la materia. Es que Gonzalo no solo no está “curado” de su depresión, sino que sufrió de ella durante el tiempo que pasó dibujando este cómic, incluyendo episodios que él mismo reconoce se notan en su arte (o eso dice, yo no los sabría distinguir). Si este cómic le ha servido en alguna medida de terapia, ese dato hace que leer esta obra sea como asistir en primera fila a un exorcismo practicado por el propio poseso.


Cuando terminé de leer la obra, tuve una sensación de catarsis. Por un lado, porque la pude poner mentalmente en la categoría de “gente que está peor que yo” (aunque por poco), lo que siempre es de agradecer de una obra sobre un tema tan áspero. Pero por otro, me quitó de encima todas mis propias vacilaciones sobre lo que se puede o no se puede contar en un cómic, tanto a nivel de temas como de formas. Básicamente, todo vale.


Porque la forma en la que los autores han elegido retratarse para la posteridad, a pesar de lo que pudiera parecer, no es para nada complaciente, ni poética al estilo “Arrugas”, ni haciendo pornografía del sufrimiento al estilo “Epiléptico” (un cómic con el que, reconociendo sus méritos, tengo una relación complicada como lector). Antes al contrario, estas Olimpiadas son Arte Total, en la que todos los recursos narrativos del cómic están presentes en un tour de force que haría las delicias de Scott McCloud.


La narración es diáfana, combinando la conversación entre los amigos con las recreaciones de los recuerdos evocados, tirando de cualquier estilo que a Gonzalo le viniera bien para la ocasión, desde lo más realista a mangas clásicos con los que creció, escenas casi de acción junto a otras intimistas, pasando por momentos de cruda realidad, como la exhaustiva escena del parto de la hija de Enric, narrado combinando figuras reales y otras icónicas.


El cómic está lleno de momentos narrativos para enmarcar, y ese puede ser su gran atractivo para aquellos lectores a quienes les interese el medio, incluso si no les interesa el tema, o por descontado si no conocen a sus protagonistas (que admitamos en un público muy limitado).


Todo esto puede llevar a hacer creer que este se trata de un cómic áspero sobre un tema sensible. No es así. Recordemos que Enric es el guionista desde hace 20 años de un cómic donde a una violación o un asesinato lo llamamos un martes. Su proverbial capacidad para no inmutarse ante nada, por sórdido o terrible que suene, le permite hacer la obra, no solo entretenida y a ratos muy divertida de leer, sino también tremendamente optimista.


Seguramente (como él mismo admitió en la presentación) ganar el premio que les ha permitido publicar este trabajo haya ayudado a hacer de esta una obra con “final feliz” (por así decirlo, teniendo en cuenta como he dicho más arriba que la lucha de Gonzalo con la depresión no está superada). Pero sí que se permite terminar con un mensaje de esperanza: no solo de normalizar y desestigmatizar el fantasma de la enfermedad mental, sino de animar a los lectores a interesarse en el tema, para poder acompañar de la mejor forma posible a los que la sufren, dejando de tratarlos como víctimas o como dignos de lástima.


Al final de su presentación, Enric y Gonzalo contaron que han empezado a recibir mensajes de lectores dándoles las gracias por dar visibilidad a la depresión, algo que dice mucho de esta obra y de su capacidad de llegar a su público. Y yo al menos puedo dar fe de que Gonzalo, en persona, dista mucho de la imagen de individuo traumatizado y disfuncional tan asociada a la enfermedad mental en la ficción. Sigue siendo un tipo encantador, además de tener un talento descomunal, por lo que ahora además siento un respeto adicional sabiendo de las cruces con las que le ha tocado cargar.


Enric, en cambio, sigue siendo Enric (ya lo siento amigo, pero es que hacerle demasiado la pelota en público a tu propio guionista queda mal, tendrás que conformarte con una palmadita en la espalda)


El cómic, también vamos a decirlo, no es perfecto. Además de algún que otro error de ortografía, que solo puedo achacar a una deficiente labor de edición - “metiendo el dedo en la YAGA” (sic) - a ratos se deja llevar por el entusiasmo de contar episodios a los que no he encontrado una particular relevancia. Fue lo que pensé de la larguísima escena del parto antes mencionada, que termina abruptamente sin que parezca haber aportado nada a la narración. En la presentación, Enric explicaba que cuando esto sucedió se mantuvo impasible, como testimonio de su natural indolencia - algo que en el cómic habría quedado muy bien incluir para que se entendiera a qué venía tan larga secuencia. Finalmente no puedo dejar de destacar un cierto etnocentrismo, a ratos ombligo-centrismo, de que el cómic no deja claro donde sucede (Mallorca) hasta pasadas las 40 páginas, algo que para el lector que no sepa nada de sus autores o de la isla, puede resultar muy confuso cuando se habla de lugares con los que nadie de fuera está familiarizado.


A los que leyeran mi crítica “brutal” de su anterior trabajo Bajo el cielo rojo de Marte, y sobre todo su atroz trabajo de rotulación, se estarán preguntando qué me ha parecido la de éste. Honesto como lo dije entonces lo seré ahora: está de puta madre. Además de limpia de leer, el juego con las diversas tipografías al cambiar entre narrador, personajes y anotaciones es una parte muy importante de su atractivo visual. Lección aprendida, muy buen trabajo.


No tengo nada más que añadir, excepto que la próxima obra que vais a tener ocasión de leer escrita por Enric Pujadas no estará a la altura de ésta… porque la dibujaré yo (el número 8 de Huérfanos, de próxima aparición), que el constante teaser de su proyecto constantemente pospuesto de El Gran Rey Lobo me ha hecho anticiparlo aún más, y que no me saquéis en vuestro próximo cómic autobiográfico, que yo para hacerme enemigos me basto solo.

29 nov 2020

25 años cantando bajo la lluvia

(Prefacio a la nueva edición 25º aniversario de La canción de la lluvia, disponible este mes en Gotham Comics de Palma)



Desde que aprendí a leer, he leído cómics. No importaba que fuera Mortadelo, Tintín o Spider-Man, los cómics me han acompañado desde el principio, he crecido con ellos, he aprendido con ellos, y gracias a ellos he hecho grandes amigos. El más antiguo de ellos (40 años y contando) era un tipo que ya era peculiar en su momento, que coleccionaba cómics de superhéroes en enormes pilas en su cuarto. Y no solo leía cómics, los devoraba, los releía una y otra vez, los vivía, y parecía tener un conocimiento enciclopédico de cuantos personajes aparecían en ellos. Supongo que era esperable que termináramos compartiendo la otra afición que nos unía: hacer nuestros propios cómics, con nuestros propios personajes. Y así, los cómics se convirtieron en nuestro medio de escape creativo, con el que creamos mundos e historias que para nosotros eran tan reales como nuestra vida, pero mucho más interesantes. Y luego vinieron los juegos de rol, y los fanzines, y las convenciones, y los clubes de frikis. Y esta es una historia bastante común entre los que hemos crecido entre esa clase de cultura popular. En la mayoría de casos, esta historia termina con la adolescencia, y las historias que creaste de pequeño se convierten en un recuerdo nostálgico y un punto embarazoso. Excepto que, en mi caso, nunca dejé de dibujar. Y tampoco quería que mi amigo dejara de escribir. Ese amigo, por si no lo habéis adivinado, era Jaume Albertí. Y detesta que le llamen friki. Era el año 1992, a punto de entrar en la universidad y hacía mucho tiempo que no hacíamos cómics. Yo seguía dibujando, pero no me había terminado ningún proyecto excepto acumular inicios de números 1 de la misma serie, incapaz de inventar nada mejor. Jaume era el que tenía las ideas. Él era el creador de mundos, capaz de poner orden en el caos, hilar historias sin apenas preparación, sacarse personajes de la manga y que parecieran haber estado siempre ahí. Lo demostraba una y otra vez dirigiendo partidas de juegos de rol, pero aquel era un arte efímero, exclusivo, y al que solo unos pocos privilegiados teníamos ocasión de asistir. Por suerte los astros se pusieron de nuestra parte. Jaume tenía infinidad de notas sobre un mundo de fantasía, y un grupo de personajes en la mejor tradición de aventuras. Ese verano logró sacarse la pereza de encima y pergeñar un texto con letra apretada y lleno de tachaduras digno de haber sido encontrado en un antiguo desván. Me lo entregó como quien liquida una deuda, y dejó en mis manos el resto. Me puse a ello y tres años después estaba terminado. Fin de la historia, fueron felices, y demás. A Jaume le gusta contar que él era demasiado disperso, y su mente andaba siempre buscando un nuevo proyecto, lo que le impedía acometer tareas de largo recorrido. Mientras que yo era el que llevaba los proyectos hasta el final, y que cualquier empresa que él pusiera en mis manos yo tendría la constancia y el empeño de terminarla. Pero no es así como recuerdo yo la historia. Siempre he presumido de que esta Canción de la Lluvia fue el primer cómic que me planteé como un proyecto profesional, pensando tanto en el producto final como en el proceso. Pero la realidad es que no hubo nada profesional ni meticulosamente planeado en la tarea, solo un cúmulo de accidentes más o menos afortunados, y ejecutados con la misma precisión con la que uno pinta una miniatura de Warhammer con un rodillo de pintor. Tardé años en saber cuántas páginas tendría el cómic completo. Jaume nunca hizo la paginación en su manuscrito, y yo nunca me molesté hasta que llevaba más de la mitad. No hice apenas diseños de personajes, tan solo una ilustración de cada uno de los protagonistas (exactamente una) antes de empezar la primera página, basado en unas vagas indicaciones del guionista. Apenas dominaba la plumilla y tuve que repetir viñetas y hasta páginas enteras. Mi dominio de la anatomía humana era (claramente) limitado, y tuve que ilustrar una escena de sexo sin tener ninguna referencia, visual ni de ningún otro tipo. La Canción de la Lluvia es una obra hecha desde la inexperiencia, pero disfrutando cada momento. Muchas cosas que hice en este cómic las hice por primera vez, con una inocencia encomiable. Me metí a ilustrar aquel cómic que terminó ocupando 64 páginas y casi tres años de mi vida, sin saber realmente lo que estaba haciendo. Y eso es lo que realmente lo hizo posible. Terminé este cómic en el verano de 1995 durante mis semanas de vacaciones de la universidad, dibujando a diario como una jornada de trabajo. Y cuando finalmente tuve la obra terminada en mis manos, en gloriosas fotocopias encuadernadas de forma casera y sin portada (porque en aquel momento aún no existía) algo hizo clic en mi interior. La comprensión de que no solo había terminado un cómic que podría compartir más allá de mi círculo íntimo, sino que no sería el último. Tenía en mis manos la evidencia de que había superado el rito de iniciación de todo artista, la prueba de constancia que supone vencer la resistencia, y llegar al final. Supongo que no es casualidad que mi siguiente proyecto de largo alcance, una novela gráfica que había empezado a concebir mientras terminaba este, tardaría otros 20 años en completarse, y que poco después empezaría otro proyecto, la serie Huérfanos, que empezó en 2001 y aún hoy sigue lentamente adelante. Y cuando escribo esto mismo tengo otro proyecto en marcha, más ambicioso incluso que los anteriores, y que también me llevará un tiempo considerable terminar. Y no tengo ninguna duda de que tarde o temprano lo conseguiré. Eso es algo que ya aprendí a hacer hace 25 años cuando terminamos La Canción de la Lluvia. Y ahora, sé lo que estoy haciendo, y, sobre todo, por qué. Que es la pregunta que me han estado haciendo durante todo este tiempo. Todos estos años durante los cuales mi vida ha cambiado completamente, trabajando en una profesión sin ninguna relación con ellos, dibujar cómics han seguido siendo parte de mi vida. Y no importa cuántas veces los haya dejado aparcados para atender otras necesidades, siempre he vuelto a ellos. Consumiendo incontables horas de mi tiempo libre, sin apenas público, y sin ganar ningún dinero con ellos. ¿Para qué, entonces? Porque al contrario que el resto de mis esfuerzos profesionales, mis cómics han sobrevivido al paso del tiempo. Después de 23 años trabajando profesionalmente como desarrollador de software, no tengo nada que mostrar de ello. Ni una sola línea de código se mantiene en uso, ni un solo proyecto en producción. De todo ese tiempo no queda ningún rastro una vez terminado su ciclo de vida, o el proyecto ha sido cancelado por no ser considerado viable. Todo ese esfuerzo, esfumado como lágrimas en la lluvia, si me permitís la licencia. Pero desde que terminé La Canción de la Lluvia, nunca he cancelado ningún proyecto de cómic, todos han llegado a su fin o están en proceso de hacerlo, y puedo seguir compartiéndolos con nuevos lectores de aquí hasta el final del arco iris, donde encontré una marmita llena de historias que nunca terminan. Seguidme, conozco el camino (gracias Jaume por mostrármelo).

18 ene 2019

De 2009 a 2019 y más allá

Por si has vivido apartado de las redes sociales, estos días está de moda el "10 year challenge", donde todo el mundo está invitado a compartir cuánto ha cambiado en 10 años. Puedes perder un rato en instagram (https://www.instagram.com/explore/tags/10yearchallenge/) viendo la creatividad de la gente.
A nadie le importa qué cara tenía hace diez años (un solo dato: barba) pero estos 10 años han sido para mí los de mayor crecimiento como artista. De hecho, tan solo el 2018 ha sido un año de lo más provechoso, y el futuro inmediato solo pinta mejor.

En 2009 tomé la decisión de tomarme un año sabático para dibujar cómics, y me propuse no volver a dejar de hacerlo. Retomé mi novela gráfica, que terminé y publiqué tres años después. Terminé el número 4 de Huérfanos. Y luego el 5. Y luego los recopilamos todos en un volumen y los presentamos en Gotham. Y terminé otro número dos años después. Aprendí ilustración digital en la Escola Joso de Barcelona, donde luego estudié dos años de cómic. Cambié el papel y la tinta por una Wacom y el Manga Studio. Y este último año llegó la aventura del color. Y el festival de AngoulemeY luego mi nueva escuela.

Y entonces en 2018 tras haber completado tantos proyectos decidí ponerme un nuevo reto. Ser un profesional. Llamar la atención de algún editor para que me tomara en serio, se atreviera a apostar por mi trabajo, y me pagara dinero por él. Aunque difícil, sé que era posible. En la escuela Joso conocí a varios artistas que llevaban tiempo trabajando para el mercado americano o el francés y que empezaron así, enviando muestras a editoriales, persiguiendo a editores en convenciones, dando la chapa a todo el que se pusiera delante. Y por supuesto, lo más importante era elevar la calidad de mi trabajo. Ya no puedo permitirme hacer concesiones, si quieres jugar en las grandes ligas tienes que estar a la altura. Cada detalle, cada herramienta, cada proceso ha de estar cuidado. Es cierto que los profesionales cometen errores y toman atajos constantemente - pero ellos ya están dentro. Si quiero entrar, voy a tener que hacerme notar.

Para este reto, elegí desarrollar un proyecto que llevaba en mente desde hacía un tiempo. Como pasó en su momento con mi novela gráfica, empezó como algo relativamente pequeño y ha terminado convertido en mi proyecto más ambicioso: 3 tomos de unas 50-60 páginas cada uno, en formato europeo, y a color. Aunque la historia aún está en proceso, ya he publicado las primeras páginas como teaser, que son las que envié a varios editores para picar su interés.

Mi otro proyecto de este año partió de una idea incluso más peregrina, que nadie se tomó demasiado en serio cuando la expliqué, pero que a todo el mundo que se ha molestado a leer mi propuesta se ha mostrado como mínimo intrigado. estoy en proceso de enviarla a varios editores (dada la temática, en este caso solo españoles), y tengo cierta confianza en que a alguien le va dar una oportunidad, aunque solo sea por molestar.

Esa es ahora mi batalla, que de momento no ha dado fruto (ya sabía que era una carrera de fondo) pero al menos un par de editores se han dignado a contestar para decir que no, animándome a seguir intentándolo. Que en el punto en el que estoy, es lo mínimo que espero.

Para proponerse poner tu trabajo ahí fuera, ponerlo en manos de los editores, exponerse al rechazo y la crítica, hace falta algo de lo que ni a mí ni a mi co-guionista de Huérfanos Enric Pujadas (que ya tiene un libro y un cómic publicados) nos ha faltado: motivación. No entiendo a los artistas que se quejan de no estar dibujando (o escribiendo, o componiendo o lo que sea) porque no están motivados. Para mí eso no son artistas ni nada: Igual que mis ex-compañeros del curso de color digital en la Joso, son solo vagos quejándose.

Una de mis experiencias más reveladoras este año fue la de exponer mi trabajo en un grupo de Facebook dedicado a poner en contacto equipos creativos para hacer cómics, con la intención de encontrar algún guionista necesitado de dibujante, a ver si además de mis propios proyectos, podría desarrolar una idea ajena para diversificar mis opciones.

Los resultados fueron un poco desoladores. Me pasaron un único guión completo, de un autor que reconocía no leer cómics (lo cual le descualificó automáticamente). E irónicamente, se trataba de la mejor historia, porque las demás, además de venir de aficionados que reconocían no escribir nada a menos que alguien lo fuera a dibujar (en serio, qué le pasa a la gente), o me lo enviaban con retraso o no tenía ni pies ni cabeza como proyecto, cuando no tenía incluso faltas de ortografía. Respecto a mi propósito de profesionalizarme, parte del proceso pasa por ser tan exigente con el trabajo de los demás como con el mío (si no más), y si un editor no me va a pasar mis limitaciones ni mis retrasos, decidí no pasárselas a ninguno de los candidatos que consideré.

Por suerte cerca del final de año llegó Enric al rescate con un nuevo número de Huérfanos. Que además de disfrutar como siempre de leerlo, lo aprecié más si cabe por comparación con los saldos que me hicieron llegar los otros. Así que me apresuré a poner el proyecto en marcha, esta vez en color. Como prueba, coloreé una página de mi anterior historia corta de la navidad anterior, y yo al menos la veo por buen camino.
[navidad 001]

Este 2018 fue también especial por un par de encuentros que tuve en el pasado salón del cómic de Barcelona. Además de tener oportunidad de conocer en persona, y obtener la firma, de varios autores a los que admiro (Matt Fraction, Kelly Sue DeConnick, David López, El Torres) tuve ocasión de tener un par de breves conversaciones que a mí al menos me dieron un chute de motivación. Le mostré el volumen 1 de Huérfanos a El Torres, por cuyas manos ha pasado el trabajo de varios distinguidos dibujantes, y pude ver por su expresión que no tenía costumbre de ver tantas páginas por parte de un aficionado (una reacción a la que ya estoy acostumbrado), y apreció la evolución palpable de la calidad gráfica, algo que al menos a mí me sirvió de validación. El otro encuentro lo tuve con la guionista americana Kelly Sue DeConnick, de cuyo trabajo soy muy fan, sobre todo de su Bitch Planet, y después de una excelente mesa redonda, tuve ocasión de abordarla para plantearle mis dudas sobre la idea que he empezado a desarrollar en mi proyecto Femtropy. Su respuesta, animándome a tomar la temática con respeto y humildad, fue lo más parecido a una bendición que he recibido como artista.

Pero si el 2018 ha supuesto un progreso para mí en algo ha sido en la reacción de la gente a mi alrededor. Mis amigos, familia, compañeros de trabajo - cuando le he contado a todo el mundo que he empezado a enviar mis muestras a editores, en varias ocasiones me han preguntado "¿y qué vas a hacer si te contratan?". Puede parecer una pregunta inocente, pero para mí lo significa todo. Nunca antes se había tomado antes en serio la posibilidad de que me publicaran. Varios años atrás nadie me tomaba en serio cuando decía que quería trabajar haciendo videojuegos, y ya llevo 15 años en el sector. Nadie se creía que terminaría una novela gráfica de 180 páginas. Nadie apostó porque seguiríamos haciendo Huérfanos 17 años después.

Yo no lo creía. Yo lo SABÍA

Y por eso seguimos aquí, 10 años después. Y los que me quedan.

2 abr 2018

Il était une fois à Angouleme

(English version below)

Ya hacía demasiado tiempo que tenía pendiente esta entrada, contando mis últimos progresos en las procelosas aguas de la creación independiente de cómics. Pero antes, quiero hacer una parada, volver dos meses atrás, y compartir la maravillosa experiencia de asistir por fin al Festival Internacional de la Bande Desinée (como llaman los franco-belgas al cómic) en la encantadora ciudad de Angouleme, allá en el sudoeste francés, del jueves 25 al domingo 28 de enero.

Desde que empecé a estudiar en la Joso que era consciente de lo cerca que caía la ciudad (desde luego mucho más que San Diego, a donde el verano pasado había intentado infuctuosamente conseguir entradas para la Comic-Con). De hecho, todos los años la Joso organiza un viaje-aventura con motivo del festival, recorriendo en bus la distancia de Barcelona a Angouleme. Y mi intención original había sido la de apuntarme a este viaje en mi tercer curso (y último, calculaba yo; como así ha sido...) en la escuela, y confiando en que alguno de mis compañeros del curso de cómic se apuntarían a la experiencia.

Pero finalmente se dio la circunstancia de que ninguno de mis colegas de la Joso iba a viajar a Angouleme (ni por supuesto la pandilla de vagos con los que iba a clase de color digital este año) y que uno ya no tiene el cuerpo para estas marchas, ni para dormir en un autocar, ni para compartir dormitorio común en un albergue. Así que junto a mi mujer, que siempre es la mejor compañera de aventuras, nos organizamos para llegar a Burdeos desde el miércoles, volver desde allí el domingo a Barcelona, y alojarnos allí en un hotel junto a la estación, donde cada día tomaríamos un tren que nos llevaría cómodamente a Angouleme y de regreso. Todo muy en plan burgués, pero es que uno ya no está para tonterías, y que para esto tenemos un trabajo.

Lo divertido es que el mismo trayecto que hacíamos nosotros de Barcelona a Burdeos y al revés, y de ahí a Angouleme, lo hacía mucha otra gente del mundo del cómic, con lo que cual compartimos ambos aviones con gente (que yo reconociera) como los autores David Rubín, Marcos Prior o Guillem March, el editor de La Cúpula Emilio Bernárdez, y un nutrido grupo de otros profesionales del medio, incluyendo por supuesto, los (todavía) no famosos Gonzalo Asencio, Juanfran Mota y mi compañero de fatigas de los últimos 15 años Enric Pujadas.



Mientras la mayoría de susodichos acudían a Angouleme por motivos profesionales (promocionar sus obras o entrevistarse con editores posiblemente interesados en sus proyectos) mi propósito con este viaje (al menos esta vez) era el de entrar en contacto con la, para mí, mayormente desconocida industria europea del cómic, en particular la franco-belga.

Si seguís este blog con asiduidad, o mi selección semanal de cómics en Instagram, sabéis que mi preferencia es claramente el cómic americano, mientras que mi conocimiento de la obra de autores europeos se limita a los cómics de Astérix y Tintín que leía cuando de pequeño, y al ocasional autor español como Paco Roca, David Rubín o Antonio Altarriba. Aunque quede mal reconocerlo, no conocía ni siquiera la obra publicada en Francia de autores de aquí que, además, eran profesores de mi escuela, como Jordi Lafebre o Salva Rubio.

El caso es que logré mi objetivo a medias. En un festival del tamaño de Angouleme hay mucho por ver, y aunque tres días sean un tiempo más que suficiente para recorrerse todos los espacios y exposiciones, uno termina planeando los autores a los que prefiere conocer en base a sus preferencias... y terminé en los encuentros con Matt Kindt, Sean Phillips o Dave McKean, famosos por su trabajo en el mercado americano (y que además hablaban en inglés, porque de francés iba un poco oxidado).

Pero aunque no pudiera disfrutar tanto, por desconocimiento, de lo que la industria europea podía ofrecer, sí que me llevé de Angouleme una grata impresión de lo que es el cómic en Europa, como medio, arte e industria, por contraposición al cada vez más homogéneo mercado americano.

No me malinterpretéis, me encanta el cómic americano y fuera de la gran industria orientada a los superhéroes, uno encuentra infinidad de temas y géneros tan diversos como sus autores, des lo más comercial a lo más alternativo. Lo que me fascinó de Angouleme es que si ampliamos esa diversidad a lo que el cómic europeo abarca, el espectro de lo que se puede contar en cómic, y sobre todo cómo contarlo, es casi infinito.

Narrativa histórica, retrato costumbrista, crónica social, además de todos los mundos fantásticos o futuristas que uno quiera imaginar, recogidos en los centenares de novedades que publica la industria europea (sobre todo la franco-belga) todos los años. De esto era más o menos consciente (después de todo voy al salón de Barcelona todos los años) pero los dos detalles que más me impactaron fueron la altísima calidad del material, y la enorme diversidad del público.

De lo primero, vamos a ser claros: en el cómic americano uno puede encontrar de todo, y no faltan ejemplos de obras, grandes y pequeñas, que sin perjuicio del esfuerzo puesto en ellas, dejan mucho que desear en su acabado, a menudo por culpa de la presión de las fechas de entrega. La sensación con la que me quedé en Angouleme es de que el cómic europeo tiene, general, un nivel altísimo de acabado y presentación. Y al menos por la pequeña muestra que tuve ocasión de adquirir y leer, también de contenido.

(Otra cosa por supuesto es el material expuesto en la zona de autores independientes y experimentales, el pabellón llamado Nouveau Monde, y que aunque estimulante, oscilaba entre lo bizarro y lo lisérgico, el equivalente a las muestras de cine iraní o hindú que solían llenar el cartel de los festivales de cine unos años atrás)

El otro aspecto que me fascinó fue comprobar la diferencia con el público que llena el salón del cómic en Barcelona. Mientras que aquí los que ya tenemos de 40 para arriba nos empezamos a sentir viejos nostálgicos, en Angouleme pasábamos completamente desapercibidos. La consecuencia natural de la diversidad temática y el nivel de exigencia es que el público francés es mucho más diverso (en edad, sexo y preferencias) que el que tenemos costumbre de conocer aquí. Para empezar en España se lee poco, y aún menos cómic, que sigue cargando con un cierto estigma cultural, mientras que en Francia la bande desinée es parte integral de su cultura de país, valorado y apreciado por toda clase de lectores, desde el lector casual a los más inquietos y exigentes.

Por supuesto como autor aspirante a profesional, no fui indiferente a nada de todo esto. Para empezar, tuve que reconsiderar mi visión del medio tras tocar de cerca lo que representa el cómic para el aficionado europeo, más maduro y exigente. Y luego, tuve que reevaluar mis opciones de publicar viendo la calidad y estilo de mis proyectos por comparación con la clase de obra que triunfa en los países vecinos.

Porque seamos sinceros, me bastó un vistazo a los proyectos que jóvenes de media Francia traían para presentar a los diversos editores reunidos en Angouleme para saber que aún estoy a mitad de camino. Que sí, que he hecho grandes progresos y empiezo a tener cuatro trucos bien aprendidos, pero si de lo que se trata de convencer a un profesional por cuyas manos pasan literalmente cientos de propuestas todos los años, aún estoy definitivamente en una liga inferior.

Como consecuencia, el primer resultado de mi largamente aplazada visita a Angouleme no se hizo esperar. El pasado mes de febrero fue mi último como alumno de color digital en la Joso, donde no sentía estar haciendo el progreso esperado (sobre todo porque la actitud de mis compañeros estaba muy alejada de mis inquietudes y no hacía más que desmotivarme). A cambio, desde este pasado marzo estoy cursando clases de cómic en la escuela FemArt, donde he podido volver a trabajar todas las semanas en mis proyectos, además de (espero) mejorar mi técnica. Si habéis estado siguiendo mi progreso en Instagram, veréis que he estado afilando mi hacha, y esta vez es con el objetivo claro de empezar a buscarme un hueco en el mercado.

Parte importante de ello fue ver como mis colegas Enric y Gonzalo volvían de Angouleme con la satisfacción de haber hecho buenos contactos con editores, y un acuerdo cerrado para la publicación de un proyecto (no diremos cuál hasta que sea oficial), lo cual como alguien que ha visto a Enric crecer y evolucionar como escritor me llena de especial satisfacción (en cambio de Gonzalo era de esperar, el cabrón tiene un talento espectacular y cada una de sus páginas e ilustraciones ofende mi frágil ego por su maestría; te odio).

Y así fue como he terminado volviendo a trabajar en un nuevo proyecto de cómic, a la espera de que Enric entregue sus guiones comprometidos y encuentre tiempo para escribir un nuevo número de Huérfanos. Y como he comprobado como los fragmentos que he empezado a publicar en las redes están empezando a levantar cejas, quizá os estaréis preguntando en qué ando metido ahora.

Pero esa es otra historia...


* * *
  
   
              

    

 


 



----
This post was long overdue, recounting my latest progress in the stormy waters of the independent creation of comics. But first, I want to make a stop, go back two months, and share the wonderful experience of finally attending the International Festival of the Bande Desinée (as the French-Belgians call comics) in the charming city of Angouleme, up there in southwest France, from Thursday 25 to Sunday 28 January.

Since I started studying at Joso School I was aware of how close the city was (certainly much more than San Diego, where last summer I had tried to get tickets for the Comic-Con). In fact, every year Joso organizes a trip-adventure on the occasion of the festival, traveling by bus the distance from Barcelona to Angouleme. And my original intention was to sign up for this trip in my third year in the school (and my last, I calculated, as it has been...), and trusting that some of my classmates in the comic class would also sign up for the experience.

But finally none of my colleagues from the school was going to travel to Angouleme (nor of course the gang of bums with whom I was attending digital color class this year) and that one no longer has the body for these adventures, neither to sleep in a coach, nor to share a bedroom in a hostel. So together with my wife, who is always the best companion of adventures, we organized ourselves to get to Bordeaux from Wednesday, return to Barcelona from there on Sunday, ​​and stay there in a hotel next to the train station, where each day we would take a train comfortably to Angouleme and back. All very bourgeois, but I wasn't in the mood for adventure nonsense, and this is why I have a job.

The funny thing is, the same route that we made from Barcelona to Bordeaux and vice versa, and from there to Angouleme, was done by many other people from the spanish comics industry, with whom we shared both planes with people (that I recognized) such as authors David Rubín, Marcos Prior or Guillem March, La Cúpula publisher Emilio Bernárdez, and a large group of other media professionals, including, of course, the (still) not-famous Gonzalo Asencio, Juanfran Mota and my writing partner of the last 15 years Enric Pujadas.



While most of them went to Angouleme for professional reasons (promoting their works or meeting with publishers possibly interested in their projects) my purpose with this trip (at least this time) was to get in touch with the, at least for me, mostly unknown European comic industry, in particular the French-Belgian.

If you follow this blog regularly, or my weekly selection of comics on Instagram, you know that my preference is clearly American comics, while my knowledge of the work of European authors is limited to the comics of Asterix and Tintin that I read when I was a child, and the occasional Spanish author such as Paco Roca, David Rubín or Antonio Altarriba. Although it feels wrong to admit it, I did not even know the work published in France by local authors who were also teachers at my school, like Jordi Lafebre or Salva Rubio.

The fact is, I achieved my goal halfway. In a festival the size of Angouleme there is much to see, and although three days is a more than enough time to go through all the spaces and exhibitions, one ends up planning for the authors who'd rather know based on their preferences ... and I finished in the meetings with Matt Kindt, Sean Phillips or Dave McKean, famous for their work in the American market (and who also spoke in English, because my French was a bit rusty).

But even if I could not enjoy so much, due to ignorance, of what the European industry could offer, I did take from Angouleme a pleasant impression of what comics is like in Europe, as a medium, art and industry, as opposed to more and more homogenous American market.

Do not get me wrong, I love American comics and out of the big industry oriented to superheroes, one finds endless themes and genres as diverse as their authors, from the most commercial to the most alternative. What fascinated me about Angouleme is that if we expand that diversity to what the European comic covers, the spectrum of what can be told in comics, and above all how to tell it, is almost infinite.

Historical narrative, portrait of everyday life, social chronicle, in addition to all the fantastic or futuristic worlds that one wants to imagine, collected in the hundreds of new books published by European industry every year. Of this I was more or less aware (since I attend to the Barcelona comics show every year) but the two details that struck me the most were the high quality of the material, and the huge diversity of the audience.

From the first, let's be clear: in American comics you can find anything, and there are examples of works, large and small, that without prejudice to the effort put into them, leave much to be desired in their finish, often because of the pressure of deadlines. The feeling I got from Angouleme is that European comics has, overall, a very high level of finishing and presentation. And at least for the small sample that I had occasion to buy and read, also of content.

(a different story of course is the material exhibited in the area of ​​independent and experimental authors, the pavilion called Nouveau Monde, which even though it was stimulating, it went from the bizarre to the lysergic, the equivalent to the samples of Iranian or Hindu cinema that used to fill the poster of film festivals a few years ago)

The other aspect that fascinated me was to see the difference with the audience that fills the comic convention in Barcelona. While here those of us who are already 40 or up begin to feel old and nostalgic, in Angouleme we went completely unnoticed. The natural consequence of the thematic diversity and expectations is that the French public is much more diverse (in age, sex and preferences) than the one we are accustomed to knowing here. To begin with, in Spain few people actually read, and even less read comics, which continues to carry a certain cultural stigma, while in France the bande desinée is an integral part of its national culture, valued and appreciated by all kinds of readers, from the casual reader to the most restless and demanding.

Of course as an aspiring professional author, I was not indifferent to any of this. To begin with, I had to reconsider my vision of the medium after touching closely what comics represent for the more mature and demanding European fan. And then, I had to reevaluate my options to publish seeing the quality and style of my projects by comparison with the kind of work that triumphs in neighboring countries.

Because let's be honest, I had a look at the projects that young people from half of France brought to present the various editors gathered in Angouleme to know that I am still halfway there. Yes, I have made great progress and I'm beginning to have a few tricks up my sleeve, but when it comes to convincing a professional whose get in their hands literally hundreds of proposals every year, I am still definitely in a lower league.

As a result, the first consequence of my long overdue visit to Angouleme was immediate. Last February was my last month as a student of digital color in Joso School, where I did not feel I was making the expected progress (especially because the attitude of my classmates was very far from my interests and did nothing but discourage me). In return, since this past March I am taking comic classes at the FemArt school, where I have been able to return to work every week on my projects, as well as (I hope) improve my technique. If you have been following my progress on Instagram, you will see that I have been sharpening my axe, and this time around it is with the clear objective of finding a spot in the market for myself.

An important reason for this was to see how my colleagues Enric and Gonzalo came back from Angouleme with the satisfaction of having made good contacts with publishers, and a agreement for the publication of one of their projects (we won't reveal which one until it's official), which as someone who has seen Enric grow and evolve as writer fills me with particular pride (whereas for Gonzalo it was expected, the bastard has an amazing talent and each of his pages and illustrations offends my fragile ego for his mastery, I hate you).

And that's how I ended up working on a new comic book project, waiting for Enric to deliver his compromised scripts and finding time to write a new issue of Orphans. And seeing how the fragments that I have started publishing on the networks are beginning to raise a few eyebrows, maybe you are wondering what I'm working on now.

But that is another story...

2 ene 2018

My favorite 2017 comic books

As the year ends, multiple lists are crowning the best authors and titles of this year in comics. Unfortunately for me, I haven't been on top of everything being published as much as last year, so I can't make a reliable selection. Also I took the time to catch up on pending readings from years past, so I've been following many releases mostly through online reviews.

This is also the year I practically went all-digital so I'm usually behind on my reading, waiting for Comixology sales to make the most out of my budget (since I also made the effort to go legit and pay a fair price for all the comics I follow).

But! I still follow quite a few series week by week, as you can see every Wednesday on my Instagram account, and I have my say on the year that was in comics.

IMAGE

 
 



Sadly I didn't pick up many new series this year, but instead stuck to my regular picks: Saga, The Wicked and the Divine, Paper Girls, Outcast, Sex Criminals, Kill or be Killed, Wayward, Descender, Deadly Class, Black Magick.

Two series I love that are currently on hiatus from their original creative teams: Lazarus and Bitch Planet, released underwhelming spin-off series that I personally could live without, after checking their first issues. I'd rather wait 8 months as I did for Sex Criminals coming back than settle for an inferior placeholder.


The best new Image series I found was The Old Guard, by Rucka and Fernandez, which was absolutely stellar both in writing and art. I also caught up on Injection by Ellis and Shalvey, which is now on my pull list as I eagerly wait for each new issue.

Other Image titles on my radar that I expect to check soon after reading so many recommendations were: The Fix, Extremity, Curse Words, God Country, ... Expect to read from me about them next year.

DARK HORSE, ONI, BOOM, IDW...


It was a good year for comics out of the mainstream and superhero stuff. From Dark Horse I stuck to the excellent and now Eisner-awarded Black Hammer, with guest artist David Rubin excelling at his work, and then being promoted to official artist on the spin-off miniseries Sherlock Frankenstein and the Legion of Evil. This was also Rubin's year with the excellent Ether series also releasing its first arc. Harrow County remained a reference of horror comics (and probably the best of Cullen Bunn's many books).



 

Finally, from Dark Horse I also caught up on the already finished The Massive, a series as good as Brian Wood gets, and of course my beloved Groo by Sergio Aragonés, which remains my favorite humor artist of all time.

 

From Oni I'm really hooked with Chris Sebela's Heartthrob, a crime drama like nothing I've read before. Oni seems to have an impressive and really well curated lineup of creator-owned titles that I really need to check as soon as possible. Oh wait, there's a Comixology sale now... 😋

From Boom I haven't been following any current series, but I have an entire Humble Bundle in my backlog featuring collections of fan favorite series like Lumberjanes, Giant Days or The Woods.

From IDW I'm still in the process of reading through an entire Humble Bundle including such gems as the entire runs of Darwyn Cooke's Parker, The Maxx or Locke and Key. Definitely reading those soon.

DC

For the past year, probably my most anticipated titles have been from DC, not because of some stubborn loyalty to the characters but because they have been really good, and honestly, they have the best star creators of the industry.


  

Tom King remains definitely the best writer in comics, with Batman and Mister Miracle making themselves into instant classics with every new issue, taking the character in unexpected directions - don't want to spoil it, but BIG things happened. Having such talented artists as Mitch Gerads, Mikel Janin, Joelle Jones and Clay Mann on your staff doesn't hurt either. The last Batman annual by King, with artists Lee Weeks and Michael Lark, is an absolute masterpiece.


 

I also love the other Batman family titles: Detective Comics (though it suffers when it's not Eddy Barrows or Alvaro Martínez on art duties), All-Star Batman (already finished, but a masterful work by Scott Snyder and his team of rotating artists) and Batwoman.

Deathstroke remains as strong as last year, although still uneven in the art department. But the main Superman series definitely went down after its third arc, and seems to be still struggling. By comparison, Action Comics has been consistent in its sense of adventure, although I have mixed feelings about the big reveal in The Oz Effect.

Wonder Woman kept struggling after the departure of Greg Rucka but I at least I'm enjoying the current run by James Robinson, not as good as you'd expect from the writer of Starman, but still pretty good thanks to the excellent artwork.

I've just started to follow Justice League since Christopher Priest took over the book (I didn't care for it before) and almost caught up on Hal Jordan and the Green Lantern Corps, which is a really entertaining adventure book. Also checked, and loved, the Aquaman series since Stjepan Sejic stepped in as artist, and it's been a real charmer.


 

But for me the real winners of the year that was at DC were the Young Animal titles. Doom Patrol, Cave Carson has a Cybernetic Eye, Shade the Changing Girl and the just finished miniseries Bug: the adventures of Forager. They were fun, fresh, and they felt different without feeling completely outlandish - I'm currently reading Grant Morrison's Doom Patrol which must be the gold standard of weird superhero comics. Definitely check them out, each has its own style and appeal, I'd be surprised if you don't love at least one of them. (but ignore Mother Panic, which for me is the exception to confirm the rule)

Sadly, the Vertigo imprint seems to be at its lowest, with only two titles still running (and one is Astro City, which feels like a genre of its own). I'm hoping 2018 brings some of the old greatness to the brand, that this year released excellent, but short-lived, titles like Clean Room, Unfollow and Everafter.

Regarding the two biggest events that started at DC this year: Metal and Doomsday Clock - loving both so far, but I want to see where all this is going before giving a verdict. So many events started out great and ended up terribly that I'd rather wait till the jury comes back.

 
MARVEL

OK I'll try to be generous. I'm currently catching up on some series from the last few years of Marvel and you have to admit that some really good stuff came out if there, and some of it is still going.


 

Thor by Jason Aaron remains one of the best superhero titles around, going strong for 3 years straight with the female Thor. The Asgard / Shiar War was, probably, the best saga of the year. Other excellent titles from the pre-Legacy era I can totally recommend: Doctor Strange also by Aaron, Charles Soule's Daredevil, Moon Knight by Lemire, the entire Captain America run (both Sam Wilson and Steve Rogers) by Nick Spencer. And definitely the core Star Wars titles. Probably a few other series (Silver Surfer, etc) but the bulk of Marvel's lineup is made of less than decent products.

Contrary to many people's opinions, I absolutely loved Secret Empire, which made the effort to take the publisher and its most iconic character, to some really dark place. But the end of that event felt rushed and almost fake, not at all what we had come to expect from Nick Spencer, and one can't help but wonder how much editorial interference was there.

Then along came Legacy and all my big expectations came crashing down. Nothing really new on the horizon, old characters getting resurrected just because, and barely any exciting news about the future. This has really been a tough year for Marvel as a publisher, where almost every month there was some new embarrassing story coming from them - paradoxically at the same time Marvel Studios was making even better and more successful movies.

 

Still, there is always a silver lining and I can recommend a few excellent series still coming from the publisher: the new Captain America is the annual dose of goodness from the Waid-Samnee factory. Hawkeye starring Kate Bishop is a charming mix of superhero, detective and young adult narrative... that unfortunately couldn't find a bigger audience and just got cancelled. Doctor Strange is back with Cates and Walta seamlessly filling the big shoes left behind by Aaron and Bachalo. Above the general mediocrity of the mutant books, Astonishing X-Men by Charles Soule and a rotating team of artists keeps the mutant flame alive. Peter Parker: The Spectacular Spider-Man by Chip Zdarsky brings back the fun to the Spider-Man titles. And of course, there's The Unbeatable Squirrel Girl, which remains my favorite Marvel title for the third year in a row. As I said, it can't be all that bad, and I'd probably find even more hidden gems if I cared to dig (or Marvel to give them more visibility).


So that was it. Not exactly a Best of the Year list, since I'm not really qualified to do that, but I hope at least some of my recommendations intrigued you enough to give a try to a new series or two.

So I wish you a happy new year full of excellent comics. And now if you'll excuse me I have a bunch of 90s classics pending to read. Feel free to ask me about those: magarciascomics@gmail.com and keep up with my pull list on Instagram.